Los videojuegos son excepcionales
y en ello consiste su atractivo. Se juegan aquellas historias que resultan
diferentes de la vida misma, las que resaltan lo heroico y terrible, lo mágico
y lo poderoso. Y es que ciertamente estos juegos son una compensación para lo
que le falta de encanto a la realidad. Esto ha llevado a la arraigada idea de que los juegos son formas de
negación de lo más inmediato de la vida, la negación de las circunstancias y
con ellas de la propia cotidianidad.
Aquí quiero mostrar lo contrario. Los videojuegos son una defensa de lo
cotidiano. Es plausible ver que los videojuegos aparecen como mecanismos de
defensa ante una realidad aburrida o difícil. Mas ello no resulta un argumento
en contra porque no se trata de una actividad que niegue la cotidianidad, sino
que la aplaza por un rato. Nadie juega por siempre, aunque
hay quienes han jugado hasta la muerte. Tampoco es aceptable aquella
consideración que indica que los videojuegos nos distraen de la vida real,
puesto que el acto mismo de jugar es muy real, pensar en la pareja, resolver un
sudoku o incluso leer serían, bajo este concepto, formas de distraerse de la
vida real. Porque en la medida en que uno ama, piensa e imagina, en esa misma
medida uno recuerda a quien ama, resuelve interrogantes e imagina lo que lee.
Pero de lo que se trata aquí es de encontrar el punto de inflexión entre
los videojuegos y la cotidianidad; y con ello quiero enfatizar un punto más
profundo: los videojuegos no afectan la cotidianidad, sino que la defienden Puedo
defender mi posición bajo tres argumentos.
Primero, los videojuegos instauran formas de cotidianidad. Quizás la
experiencia más usual para las personas que conviven con quienes dedican parte
de su tiempo a los videojuegos, es la experiencia de “perderlos” en los juegos.
Y es que a quien no le interesan los videojuegos, ver jugar Dante’s Inferno,
Catherine o Sonic es lo mismo, una persona jugando. Por ello, esta reiteración
del comportamiento ante el juego instaura cotidianidad, se suele jugar en un
mismo espacio, durante un cierto tiempo, bebiendo o comiendo más o menos lo
mismo, con más o menos siempre la misma compañía, etc. Tan es así, que las
personas que no juegan pueden disponer del tiempo, porque jugando no va a
ocurrir nada extraordinario, por lo menos para quien no juega. Así, tanto quien
juega como quien no juega, encuentran fortalecidas cada cotidianidad.
Segundo, los videojuegos defienden la cotidianidad. No solo la instauran
sino que la protegen, y cuidar de la cotidianidad es valioso, para no caer en
la ilusión (y su consecuente desilusión) de vivir cada instante como si fuera
el último. No es así, quien se toma el tiempo para jugar sabe que luego hay
tiempo para estudiar, para tomar un café, visitar la familia, hablar de los
juegos, etc. Es decir, habrá tiempo para lo cotidiano, de lo contrario, y muy
probablemente, no dejaría de jugar. Quien juega sabe que no hay que darle
excesivo peso al momento presente, que la vida fluye a partir de elecciones y
contingencias y que ciertamente volverá al lugar donde juega, a menos que algo
extra-ordinario, no cotidiano ocurra (aún así, hay quienes vuelven, como aquél
buen hombre que regresó a su casa en llamas para rescatar su Xbox).
Finalmente, los videojuegos evitan el estado de excepción, esto es, la
muerte de la cotidianidad. Cuando se instaura un estado de excepción, no hay
cotidianidad, y no puede haberla debido a que toda situación es diferente, las
decisiones que se toman son radicales y las consecuencias imprevisibles. En
cambio, quien juega, mientras juega y mientras piensa en ir a jugar, sabe que
las situaciones son homogéneas, que las decisiones que se toman son limitadas y
las consecuencias son claramente previsibles. Como se ha visto, y lo demuestra
Odo Marquard, en la historia de la humanidad y de nuestras mismas vidas, lo más
peligroso es un estado de excepción, por las características del mismo, y todo
lo que hacemos lo orientamos a afianzar un horizonte para que nuestras
experiencias se vuelvan cotidianas, y es que sin cotidianidad, sin el café en
donde nos tomamos una y otra vez una bebida, o sin los lugares que visitamos
una y otra vez para encontrarnos con nuestros amigos, o sin los juegos que
sabemos que encontramos en el lugar donde los guardamos para distraernos un
rato, sin esos espacios de cotidianidad, la vida humana es imposible.
Así que keep
calm, and play videogames!!!
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