sábado, 5 de septiembre de 2015

En defensa de lo cotidiano (Juegos y cotidianidad I)



Los videojuegos son excepcionales y en ello consiste su atractivo. Se juegan aquellas historias que resultan diferentes de la vida misma, las que resaltan lo heroico y terrible, lo mágico y lo poderoso. Y es que ciertamente estos juegos son una compensación para lo que le falta de encanto a la realidad. Esto ha llevado a la arraigada idea de que los juegos son formas de negación de lo más inmediato de la vida, la negación de las circunstancias y con ellas de la propia cotidianidad. 

Aquí quiero mostrar lo contrario. Los videojuegos son una defensa de lo cotidiano. Es plausible ver que los videojuegos aparecen como mecanismos de defensa ante una realidad aburrida o difícil. Mas ello no resulta un argumento en contra porque no se trata de una actividad que niegue la cotidianidad, sino que la aplaza por un rato. Nadie juega por siempre, aunque hay quienes han jugado hasta la muerte. Tampoco es aceptable aquella consideración que indica que los videojuegos nos distraen de la vida real, puesto que el acto mismo de jugar es muy real, pensar en la pareja, resolver un sudoku o incluso leer serían, bajo este concepto, formas de distraerse de la vida real. Porque en la medida en que uno ama, piensa e imagina, en esa misma medida uno recuerda a quien ama, resuelve interrogantes e imagina lo que lee.

Pero de lo que se trata aquí es de encontrar el punto de inflexión entre los videojuegos y la cotidianidad; y con ello quiero enfatizar un punto más profundo: los videojuegos no afectan la cotidianidad, sino que la defienden Puedo defender mi posición bajo tres argumentos.

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Primero, los videojuegos instauran formas de cotidianidad. Quizás la experiencia más usual para las personas que conviven con quienes dedican parte de su tiempo a los videojuegos, es la experiencia de “perderlos” en los juegos. Y es que a quien no le interesan los videojuegos, ver jugar Dante’s Inferno, Catherine o Sonic es lo mismo, una persona jugando. Por ello, esta reiteración del comportamiento ante el juego instaura cotidianidad, se suele jugar en un mismo espacio, durante un cierto tiempo, bebiendo o comiendo más o menos lo mismo, con más o menos siempre la misma compañía, etc. Tan es así, que las personas que no juegan pueden disponer del tiempo, porque jugando no va a ocurrir nada extraordinario, por lo menos para quien no juega. Así, tanto quien juega como quien no juega, encuentran fortalecidas cada cotidianidad.

Segundo, los videojuegos defienden la cotidianidad. No solo la instauran sino que la protegen, y cuidar de la cotidianidad es valioso, para no caer en la ilusión (y su consecuente desilusión) de vivir cada instante como si fuera el último. No es así, quien se toma el tiempo para jugar sabe que luego hay tiempo para estudiar, para tomar un café, visitar la familia, hablar de los juegos, etc. Es decir, habrá tiempo para lo cotidiano, de lo contrario, y muy probablemente, no dejaría de jugar. Quien juega sabe que no hay que darle excesivo peso al momento presente, que la vida fluye a partir de elecciones y contingencias y que ciertamente volverá al lugar donde juega, a menos que algo extra-ordinario, no cotidiano ocurra (aún así, hay quienes vuelven, como aquél buen hombre que regresó a su casa en llamas para rescatar su Xbox).

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Finalmente, los videojuegos evitan el estado de excepción, esto es, la muerte de la cotidianidad. Cuando se instaura un estado de excepción, no hay cotidianidad, y no puede haberla debido a que toda situación es diferente, las decisiones que se toman son radicales y las consecuencias imprevisibles. En cambio, quien juega, mientras juega y mientras piensa en ir a jugar, sabe que las situaciones son homogéneas, que las decisiones que se toman son limitadas y las consecuencias son claramente previsibles. Como se ha visto, y lo demuestra Odo Marquard, en la historia de la humanidad y de nuestras mismas vidas, lo más peligroso es un estado de excepción, por las características del mismo, y todo lo que hacemos lo orientamos a afianzar un horizonte para que nuestras experiencias se vuelvan cotidianas, y es que sin cotidianidad, sin el café en donde nos tomamos una y otra vez una bebida, o sin los lugares que visitamos una y otra vez para encontrarnos con nuestros amigos, o sin los juegos que sabemos que encontramos en el lugar donde los guardamos para distraernos un rato, sin esos espacios de cotidianidad, la vida humana es imposible.


Así que keep calm, and play videogames!!!


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