Walter Benjamin considera que el hombre contemporáneo ha perdido su
facultad mimética. Esta facultad no es más que la facultad que permite
establecer semejanzas, la que alguna vez permitió ver en los rayos a los
dioses, en las sombras a los enemigos, el futuro en las aves que cruzan los
cielos y la vida de los hombres en los astros... Algo así como lo que descubre the Priest en The Vikings al escuchar
del Ragnarok. La facultad mimética nos permitió vivir como humanos y
hacernos lo que somos. Mas el hombre contemporáneo es pobre de facultad
mimética y ello ha generado un cierto desencantamiento
del mundo.

Los videojuegos reconstruyen algo de esta facultad mimética. No es una
reconstrucción total, pero forjan microcosmos que completan miméticamente la
experiencia. Algo similar ha ocurrido con el cine y las series animadas de
televisión. Es común que alguien pueda encontrar semejanzas ya no con la
naturaleza misma, sino con algún capítulo de los Simpson
o alguna escena
de películas. Mas se cumple con la misma función, pues la revitalización de
la facultad mimética es una forma adecuada de afirmar que compartimos un mismo
mundo.

Así, si Benjamin concluye afirmando que “hubo una patente configuración, un carácter auténtico de objeto
mimético, donde hoy ni siquiera somos capaces ya de barruntarlo”, nosotros
lo completamos diciendo que con los videojuegos, ahora hay objetos miméticos,
donde antes no habría sido posible si quiera imaginarlos.
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