martes, 26 de noviembre de 2019

Resistencia y Videojuegos



Soy colombiano y actualmente vivimos momentos de conmoción. Tales momentos en los que crece la seriedad a causa de la muerte de manifestantes inocentes, de la muerte de quienes simplemente cumplen su deber bajo el nombre de los poderosos, y de la muerte de quienes piensan diferente y prefieren el suicidio antes que el escarnio, son momentos, digo, que paralizan al espectador. Ante esta situación pareciera que solo quedan dos opciones: o el silencio respetuoso ante el que sufre, o aunarse a la lucha que ha cobrado tan inocentes víctimas.  En momentos de convulsión social, por tanto, el videojuego aparece como una cosa frívola ante la gravedad de los acontecimientos. Pues o bien quien juega se “evade” de la realidad, o bien quien juega se “burla” de los demás, con un comportamiento indolente que cualquier moralista, de izquierda o de derecha, no dudaría en censurar. Por ello, me place escribir unas líneas sobre resistencia y videojuegos, o lo que es lo mismo, acerca de cómo los videojuegos nos brindan lecciones de resistencia política y social.


Despido pues, de manera amable pero con alegría, a aquellos que afirman que, ante la crisis, “no es momento de jugar”, sino de construir. Sostengo entonces la tesis contraria: quien no es capaz de jugar en tiempos de crisis, no es capaz de resistir. Para expresar esta idea quiero referirme, justamente, a un tema poco tratado en los juegos: la resistencia política.



No hace mucho se anunció Through the darkest times en Alemania, juego polémico por su utilización de simbología Nazi, ya que se encuentra ambientada durante la dictadura del Nacionalsocialismo en Berlín. Se trata de un juego en el que el jugador ha de liderar una resistencia durante el periodo comprendido entre 1933 y 1945. Como lo indica la propia web del juego, además de armar una resistencia, el jugador ha de manejar la “moral” de los activistas, proveer los recursos, etc. Más allá de la jugabilidad, propia de un gestor de recursos, el juego lleva a quien lo juega a una inmersión de la resistencia política, a hacerse preguntas acerca de por qué vale la pena luchar, por qué vale la pena resistir y cuánto tiempo vale la pena hacerlo, o intentarlo. El juego se estructura de manera tan orgánica con esta inmersión que justamente sobre ese marco se presentan los dilemas morales; no importa si sabes cómo termina la historia, el juego se erige sobre su propia narrativa para confrontarte, incómodamente, acerca de los ideales por los que estás dispuesto a resistir. Y no es el único en su género; ya el juego de 1979 Revolution plantea justamente una idea similar, ubicada en otro contexto histórico: la revolución iraní de 1979. Su autor, Navid Khonsari, fue acusado de espía por haber creado el juego. Ante estos breves ejemplos, retomamos la tesis de un filósofo a la medida.





Michel Onfray en su texto Política del rebelde. Tratado de resistencia e insumisión, considera que la resistencia surge ante la presencia del fascismo:

Cuando y donde el microfascismo se anuncia o incluso se enuncia, es decir, toda vez que una potencia significa el imperio de lo gregario sobre un individuo y, por eso mismo, pone a este en peligro, la resistencia puede y debe hacer su trabajo (1997, pág. 248).
Y es que fascismo es todo aquello que anula la diversidad de ideales. No obstante, el trabajo de la resistencia no es el de un mensaje de Salvación: la resistencia carece de un mensaje soteriológico, aunque lo anhela con todas sus fuerzas. La resistencia se parece, más bien, a aquella tesis que formula Camus respecto al arte: “cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga.” (Discurso de aceptación del premio nobel). La resistencia es un “impedir que el mundo se deshaga”. Quien resiste no se redime, pero busca la supervivencia de los ideales.

En cierto sentido, la resistencia sabe que no puede ganar. Por ello resiste, porque aunque sabe que no puede vencer, no pierde el ideal que motiva a luchar por las causas nobles. De este modo, la resistencia se parece a la tensión que existe entre la formulación de ideales que orientan la acción y la prescripción de estrategias que favorecen el beneficio, pero que carecen de una finalidad. Quien resiste lo hace desde la inmanencia del ideal por el que se protesta, no desde la trascendencia de un mensaje de salvación, pero tampoco por la búsqueda de un beneficio inmediato que redunde privadamente. Resiste quien cree, pese a todo, en los ideales. Sábato lo dice de manera exacta cuando, en su texto La Resistencia, afirma que: 

Creo que hay que resistir. Ese ha sido mi lema… En esta tarea lo primordial es negarse a asfixiar cuanto de vida podamos alumbrar. Defender, como lo han hecho heroicamente los pueblos ocupados, la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene el hombre (2000, pág. 70, 75)
Esta referencia a los ideales que animan las tradiciones explica las resistencias “civiles”, que narrativamente aparecen en los videojuegos, como formas de cohesión del sistema de ideales y valores del juego. Así, el grueso de los FPS presentan una “resistencia” más o menos razonable contra enemigos más o menos creíbles: desde Wolfenstein (resistiendo contra los Nazis) hasta Doom (resistiendo contra los Demonios); aunque tal motivo aparece en otros tipos de juegos, como en las aventuras: de Pray for the Gods (resistiendo contra los Dioses) hasta Assassin’s Creed (resistiendo contra los Templarios y su hegemonía real y mítica); o en juegos de gestión, que van desde Kingdoms and Castles (resistiendo contra la invasión vikinga, de Orcos y Dragones) hasta Hearts of Iron IV (resistiendo, en un Risk mundial, contra cualquier vecino aventajado); etc. Incluso, en un plano “no civil” sino natural, como el que presentan los videojuegos post-apocalípticos, la resistencia presentada como supervivencia, revela la consolidación de ideales para sobrevivir, tal y como se presentan en juegos desde This war of mine hasta The last of us, donde la resistencia ante la muerte que acecha por doquier, adquiere un carácter incluso moralmente cuestionable. 

En definitiva, resiste aquel quien tiene algo por lo cuál enfrentarse a un poder descomunal; resiste quien tiene un ideal; resiste quien vive en la miseria iluminado únicamente por una esperanza futura, quizás inexistente; y no obstante, como lo enseñan los videojuegos y lo formula Sábato: “El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria” (2000, pág. 75).

Por ello, ante las próximas crisis que los países latinoamericanos enfrentamos, entendamos que la resistencia es la custodia de nuestros ideales: resistir es de quienes sueñan, e incluso de quienes juegan videojuegos, y entre ambas no encuentro mucha diferencia.