Soy colombiano y actualmente vivimos momentos
de conmoción. Tales momentos en los que crece la seriedad a causa de la muerte
de manifestantes inocentes, de la
muerte de quienes simplemente cumplen su deber bajo el nombre de los
poderosos, y de la muerte de quienes piensan diferente y prefieren
el suicidio antes que el escarnio, son momentos, digo, que paralizan al
espectador. Ante esta situación pareciera que solo quedan dos opciones: o el
silencio respetuoso ante el que sufre, o aunarse a la lucha que ha cobrado tan
inocentes víctimas. En momentos de
convulsión social, por tanto, el videojuego aparece como una cosa frívola ante
la gravedad de los acontecimientos. Pues o bien quien juega se “evade” de la
realidad, o bien quien juega se “burla” de los demás, con un comportamiento
indolente que cualquier moralista, de izquierda o de derecha, no dudaría en
censurar. Por ello, me place escribir unas líneas sobre resistencia y videojuegos, o lo que es lo mismo, acerca de cómo los
videojuegos nos brindan lecciones de resistencia política y social.
Despido pues, de manera amable
pero con alegría, a aquellos que afirman que, ante la crisis, “no es momento de
jugar”, sino de construir. Sostengo entonces la tesis contraria: quien no es
capaz de jugar en tiempos de crisis, no es capaz de resistir. Para expresar
esta idea quiero referirme, justamente, a un tema poco tratado en los juegos:
la resistencia política.
No hace mucho se anunció Through
the darkest times en Alemania, juego polémico por su utilización de simbología
Nazi, ya que se encuentra ambientada durante la dictadura del Nacionalsocialismo
en Berlín. Se trata de un juego en el que el jugador ha de liderar una
resistencia durante el periodo comprendido entre 1933 y 1945. Como lo indica la
propia web
del juego, además de armar una resistencia, el jugador ha de manejar la “moral”
de los activistas, proveer los recursos, etc. Más allá de la jugabilidad,
propia de un gestor de recursos, el juego lleva a quien lo juega a una
inmersión de la resistencia política, a hacerse preguntas acerca de por qué
vale la pena luchar, por qué vale la pena resistir y cuánto tiempo vale la pena
hacerlo, o intentarlo. El juego se estructura de manera tan orgánica con esta
inmersión que justamente sobre ese marco se presentan los dilemas morales; no
importa si sabes cómo termina la historia, el juego se erige sobre su propia
narrativa para confrontarte, incómodamente, acerca de los ideales por los que
estás dispuesto a resistir. Y no
es el único en su género; ya el juego de 1979
Revolution plantea justamente una idea similar, ubicada en otro
contexto histórico: la revolución iraní de 1979. Su autor, Navid Khonsari, fue
acusado de espía por haber creado el
juego. Ante estos breves ejemplos, retomamos la tesis de un filósofo a la
medida.
Michel Onfray en su texto Política del rebelde. Tratado de resistencia
e insumisión, considera que la resistencia surge ante la presencia del fascismo:
Cuando y donde el
microfascismo se anuncia o incluso se enuncia, es decir, toda vez que una
potencia significa el imperio de lo gregario sobre un individuo y, por eso
mismo, pone a este en peligro, la resistencia puede y debe hacer su trabajo
(1997, pág. 248).
Y es que fascismo es todo aquello
que anula la diversidad de ideales. No obstante, el trabajo de la resistencia no
es el de un mensaje de Salvación: la resistencia carece de un mensaje soteriológico,
aunque lo anhela con todas sus fuerzas. La resistencia se parece, más bien, a aquella
tesis que formula Camus respecto al arte: “cada
generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que
no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el
mundo se deshaga.” (Discurso
de aceptación del premio nobel). La resistencia es un “impedir que el mundo
se deshaga”. Quien resiste no se redime, pero busca la supervivencia de los
ideales.
En cierto sentido, la resistencia
sabe que no puede ganar. Por ello resiste, porque aunque sabe que no puede
vencer, no pierde el ideal que motiva a luchar por las causas nobles. De este
modo, la resistencia se parece a la tensión que existe entre la formulación de
ideales que orientan la acción y la prescripción de estrategias que favorecen
el beneficio, pero que carecen de una finalidad. Quien resiste lo hace desde la
inmanencia del ideal por el que se protesta, no desde la trascendencia de un
mensaje de salvación, pero tampoco por la búsqueda de un beneficio inmediato
que redunde privadamente. Resiste quien cree, pese a todo, en los ideales.
Sábato lo dice de manera exacta cuando, en su texto La Resistencia, afirma que:
Creo que hay que
resistir. Ese ha sido mi lema… En esta tarea lo primordial es negarse a asfixiar
cuanto de vida podamos alumbrar. Defender, como lo han hecho heroicamente los
pueblos ocupados, la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene el hombre (2000,
pág. 70, 75)
Esta referencia a los ideales que
animan las tradiciones explica las resistencias “civiles”, que narrativamente
aparecen en los videojuegos, como formas de cohesión del sistema de ideales y
valores del juego. Así, el grueso de los FPS presentan una “resistencia” más o
menos razonable contra enemigos más o menos creíbles: desde Wolfenstein (resistiendo
contra los Nazis) hasta Doom
(resistiendo contra los Demonios); aunque tal motivo aparece en otros tipos de
juegos, como en las aventuras: de Pray for the Gods (resistiendo
contra los Dioses) hasta Assassin’s Creed (resistiendo
contra los Templarios y su hegemonía real y mítica); o en juegos de gestión, que
van desde Kingdoms
and Castles (resistiendo contra la invasión vikinga, de Orcos y
Dragones) hasta Hearts
of Iron IV (resistiendo, en un Risk mundial, contra cualquier vecino
aventajado); etc. Incluso, en un plano “no civil” sino natural, como el que
presentan los videojuegos post-apocalípticos, la resistencia presentada como
supervivencia, revela la consolidación de ideales para sobrevivir, tal y como
se presentan en juegos desde This war of mine hasta
The last of us, donde
la resistencia ante la muerte que acecha por doquier, adquiere un carácter incluso
moralmente cuestionable.
En definitiva, resiste aquel
quien tiene algo por lo cuál enfrentarse a un poder descomunal; resiste quien
tiene un ideal; resiste quien vive en la miseria iluminado únicamente por una
esperanza futura, quizás inexistente; y no obstante, como lo enseñan los
videojuegos y lo formula Sábato: “El mundo nada puede contra un hombre que
canta en la miseria” (2000, pág. 75).
Por ello, ante las próximas
crisis que los países latinoamericanos enfrentamos, entendamos que la
resistencia es la custodia de nuestros ideales: resistir es de quienes sueñan,
e incluso de quienes juegan videojuegos, y entre ambas no encuentro mucha
diferencia.
Resistir, es de quienes soñamos!!! Gracias Manuel Dario Palacio Muñoz por estas justas, valientes y oportunas palabras... a resistir!!!
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