Hoy,
hace 438 años, Sir Francis Drake, el corsario británico, comenzaba su viaje
que lo llevaría a circunnavegar el mundo.
En la historia de los videojuegos, Francis Drake ha aparecido en de Uncharted,
al ser un ancestro de nuestro amigo Nathan. Su nombre aparece también en Assassin’s Creed 4: Black Flag, y podríamos encontrar su
referencia en otros juegos. Su fama se hizo a partir del inmenso daño que causó
a la flota española, pues aunque era un corsario, por su largo viaje, se volvió
más un pirata. Pero no nos
interesa aquí la presencia de este corsario en los videojuegos, sino que
aprovechamos esta ocasión para adelantar una reflexión filosófica en torno a la
piratería, en particular en lo que tiene que ver con los videojuegos.
Una reflexión filosófica acerca
de la piratería no tiene una relación directa con la historia de la piratería,
como un fenómeno comercial e imperial. Más bien, tiene que ver con la cuestión
de si hay algo que tiene valor por sí mismo, cuestión que está a la base del
concepto de producto o mercancía. Ya el pensamiento clásico establecía que el
valor de un objeto no depende únicamente del trabajo que cuesta producirlo,
sino que su valor también está determinado por las reglas de la oferta y la
demanda, es decir, por el mercado. De
este modo, el valor no es una propiedad de una cosa; es decir, las cosas no
tienen un valor por sí mismas con independencia del ejercicio de valoración, de
uso, de intercambio, etc. Es por ello que el robo y la piratería solo se
vuelven un problema cuando se llevan “cosas de valor”, pues la pérdida de
aquello que carece de valor, no es
realmente importante, en tanto que carecen de valor. En consecuencia, podemos afirmar que el precio de una
cosa es realmente un símbolo de la misma, puesto que no es la cosa misma,
aunque está referida a la cosa misma. El mejor ejemplo de esto es el dinero y
los fluctuantes valores económicos, tales como las divisas, los barriles de
petróleo, el gramaje de las piedras y metales preciosos, etc.
Así que la piratería está
referida al valor, pero no al valor de la cosa en sí misma, pues esta carece de
valor, sino que está referida al valor en virtud de las dinámicas de valoración
de un cierto objeto. Por tanto, si
el pirata robaba un objeto, no solo se llevaba una cosa física, sino el valor
de la misma. Y por ello, el pirata era considerado dentro del gremio de
ladrones, y eran ejecutados en los puertos y en las plazas públicas.
Pero en nuestros tiempos ha aparecido una “piratería” que es diferente. [1]
se le llama piratería con intención de condenarla, pero poco o nada tiene que
ver con la práctica de corsarios y piratas de a mediados del mundo moderno. Es
una “piratería” cuyo fin no consiste en robar para el propio lucro, sino en la
difusión de un objeto para la formación de la cultura[2].
Toda producción intelectual tiene como base la generación de cultura,
independiente del fin con el que se proponga; y ciertamente hay culturas que
resultan preferibles a otras en virtud de los valores que las constituyen. En
consecuencia, socializar contenidos de cultura no puede ser considerado
piratería exactamente, porque no se le está privando al productor ni de la cosa
misma, ni del valor comercial de la cosa. Sencillamente se está difundiendo en
un ámbito donde la producción humana no tiene que ver con el valor de la
mercancía, sino con la construcción de cultura.
Este es un video de la conferencia "Fichte y la Sabiduría" en donde el profesor Hugo Renato Ochoa explica el carácter atípico del partido pirata partiendo de la filosofía de Fichte. Es un video que vale la pena verlo para entender un acercamiento filosófico a lo que modernamente llamamos "piratería"
Se podría objetar que están las pérdidas generadas por la piratería de un
bien cultural, que como todo trabajo precisa de una retribución económica y
moral, y que estas pérdidas pueden calcularse en virtud de cuántas copias se
han pirateado de un cierto producto, multiplicadas por el precio del mismo. Sin
embargo, esto es una paradoja dentro del ámbito del mercado, pues afirma que el
valor depende de la oferta y la demanda, pero ante la piratería maneja la idea
de un “valor en sí mismo”, que resulta tan contradictorio como hablar de una
cosa en sí misma. Ahora bien, demos dos argumentos para mostrar que este
cálculo es imposible
1 1. No
puede medirse comercialmente la ausencia del comercio (y el que se haga es una
muestra del cinismo de nuestras economías)
2.
Así
se suponga la convención de un valor comercial, no hay ninguna garantía de que
todas las personas que lo han “pirateado” (prefiero decir “compartido”),
accedieran a él por una vía comercial tradicional. Y no hay garantía en virtud
de que no es posible asumir, económicamente hablando, que el comportamiento que
hay ante lo que es gratis, es el mismo ante lo que tiene un costo. Así, no
todos los que han descargado un disco de internet lo comprarían, precisamente
porque las condiciones no son las mismas.
El valor que adquiere el objeto al ser compartido es un valor más básico
que el valor comercial, pues adquiere un valor cultural. Pretender un valor
comercial objetivo de valores culturales equivale a la reducción de la cultura
a la mercancía, lo que destruye el núcleo mismo del valor cultural, que se caracteriza por su múltiple
valía. La consecuencia de esta reducción es la pérdida misma de la cultura en
la economía, lo cual puede ser obvio para algunos economistas, pero es ridículo
para cualquiera que entienda que el concepto “patrimonio de la humanidad” no es
meramente un límite legal para una
economía voraz, sino que constituye el propósito mismo de las acciones humanas.
Ahora bien, y terminando así con Francis Drake, nos damos cuenta que su
viaje de corsario terminó con un
minúsculo resultado para la corona inglesa (pues escondió tesoros e información
a la corte, lo que lo hace de entrada un mal corsario), pero contribuyó con sus
diarios a la difusión de valores culturales provenientes de las más remotas
tierras del mundo, enseñando culturas y nuevas tradiciones (lo que lo hace un
buen pirata). De este modo, mal corsario es aquel que quiere transformar los
valores culturales en valores comerciales para el favor de una élite, y buen
pirata es aquel que es capaz de transformar valores comerciales en valores
culturales para un círculo cada vez más amplio de la humanidad.
[1] Diferente en lo relativo a la producción
cultural. Sigue habiendo piratería “a la antigua usanza” tanto en la navegación
como en la minería, etc.
[2] Cultura aquí tomada en sentido amplio,
como la forma de subjetivación del mundo exterior que es un no-yo.Es la explicación que el profesor Ochoa brinda en su video.
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